La figura de Salvador Dalí es conocida mundialmente por su obra artística dentro del movimiento del surrealismo, pero también fue un gran aficionado y colaborador en el mundo del teatro y la ópera. A lo largo de su trayectoria profesional, Dalí mantenía una conexión con el mundo del espectáculo, lo que le permitió demostrar su creatividad en diferentes ámbitos.
Dalí tenía una gran pasión por el teatro, tanto que afirmó "la vida es un teatro del que yo soy el actor principal". Ya desde joven, se interesó por el mundo del teatro y el entretenimiento. A los 16 años, Dalí actuó en una obra de teatro en la Residencia de Estudiantes de Madrid, y durante su estancia en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, participó en diferentes actividades teatrales y desarrolló sus habilidades como escenógrafo.
En la década del 20, Dalí se mudó a París y colaboró con el grupo surrealista en diferentes producciones teatrales, entre ellas, el ballet "Bacchantes" de Georges Balanchine en 1929. A lo largo de su carrera, Dalí trabajó en diferentes proyectos teatrales, incluyendo decorados y vestuario. Se encargó de diseñar el escenario para la obra "El sueño de una noche de verano" en el Festival de Pragues en 1936. También trabajó en la obra de teatro "Mad Tristan" de Max Ernst donde creó un ambiente onírico y surrealista, acorde con el estilo artístico de la época.
En su obra "Los deseos agarrados por la cola", Dalí escribió una de las piezas teatrales surrealistas más importantes, puesta en escena en 1941 en el taller de la parisina Madame de Beaumont. Con este trabajo teatral, Dalí exploró diferentes elementos de la teatralidad, incluyendo la interpretación, la música y la trayectoria de sus personajes, todo ello acompañado de un vestuario surrealista para cada uno de ellos.
El mundo de la ópera y Dalí se cruzaron por primera vez en 1949, cuando el artista demostró su talento en la producción de "Don Giovanni" de Mozart, en el Teatro de la Scala de Milán. Dalí se encargó del diseño de las escenografías y de los sombreros de los personajes, que reflejaban la estética del surrealismo y que se convirtieron en una parte fundamental de la puesta en escena. Este trabajo lo llevó a ser contratado como escenógrafo para la ópera de Nueva York, en la que trabajó durante una década y que le permitió colaborar en diversas producciones operísticas.
Entre sus colaboraciones destaca su trabajo en la ópera "Los tres círculos de la existencia", de Xavier Montsalvatge. Dalí, que siempre destacó por su creatividad y originalidad, se inspiró en la obra del compositor catalán y creó una escenografía única en la que se combinaban elementos surrealistas con la cultura popular catalana. Y es que, si algo caracterizó a Dalí a lo largo de su carrera, fue su compromiso con su tierra y su cultura.
Salvador Dalí fue un defensor de la cultura catalana. Considerado uno de los artistas más importantes de la región, siempre mostró su apoyo a través de diferentes iniciativas culturales. Desde su obra, en la que se pueden observar diferentes elementos locales, hasta sus colaboraciones en diferentes actividades culturales.
Uno de sus proyectos más destacados fue la decoración de la Sala Mae West en el Museo de Figueres, en la que Dalí incluyó diferentes elementos que reflejaban la cultura catalana, como las células solares que representan el sol de Empordà, su tierra natal, o la reproducción del "Salt de Montserrat" del siglo XII.
En definitiva, la relación de Salvador Dalí con el teatro y la ópera, así como su compromiso con la cultura catalana, son dos elementos que se entrelazan para entender la obra de uno de los artistas más importantes del siglo XX. Gracias a su talento, su creatividad y su pasión, Dalí demostró que la cultura es un elemento fundamental para la sociedad, y que sólo a través de ella se puede entender verdaderamente la riqueza y diversidad de nuestra sociedad.